



Paisajes sonoros
MOGÁN
LOS AZULEJOS
En algún momento de la creación, la naturaleza se permitió una licencia artística excepcional. Gran Canaria en sí es un mosaico de vergel y piedra, de arena y mar, pero de alguna forma caprichosa en esa majestuosidad cónica de la que emergen barrancos como si se tratara de un enorme exprimidor, el fruto del tiempo apretó contra el centro de la isla deslizando una colorida pulpa por sus cauces.
Entre los riscos y barrancos de Mogán y Veneguera se encuentran los Azulejos, una formación de origen volcánico propiciada por la erupción del volcán de Tejeda que deja una singular visión debido a las proporciones de minerales que adquieren diversidad de colores por estratos o paños de roca repartidos por las laderas. Estos van desde los amarillos ocre, tonos acillosos o anaranjados, rojizos, gamas de rosado o malva y explotan en un verde sefoam o espuma. Un esplendor que es producto de los depósitos piroclásticos conocidos como ignitas, celdas conectivas de agua moderadamente caliente.
Aun así, todas las explicaciones geológicas posibles a la mayoría se nos escapan del entendimiento a nivel científico, pero no nos privan de explicar lo que nos produce a nivel emocional. Observar estas rocas con sus colores de cerca produce una sensación de que el arte abstracto puede ser otra forma de biomímesis. Copiamos la naturaleza en lo puramente funcional pero bebemos de su belleza y la hacemos nuestra.
Quedarte embobado frente a un cuadro abstracto por su composición o uso de colores de alguna forma nos transporta a lo esencial y primitivo, desde lo microscópico a lo sobrecogedor, y desde luego, esto lo es. Una red de lienzos tridimensionales trazados por diferentes puntos y frente a un paisaje que te hace chico. Una sucesión de colores que no deja a nadie indiferente y te coloca en tu lugar respecto a lo que te precede. Una concatenación fractal, brillante, mate, estratificada, aleatoria, sinuosa y eterna.