



Paisajes sonoros
AGÜIMES
GUAYADEQUE
La vista alta, pegada a la ventanilla bajada, los ojos bien abiertos y por la cabeza, sonando a todo volumen melodías épicas de grandes películas. Es la reacción típica, o al menos la mía. La de quien se adentra en un vehículo por este fascinante barranco que, cuando la tierra está agradecida, luce verde de día y dorado al ocaso. Cualquier lugar y momento son perfectos para bajarse y seguir a pie, sintiendo la brisa, los olores y ampliando la perspectiva.
De los palmerales y vegetación del cauce, vamos angulando la vista hasta dar con la sobrecogedora estampa a gran escala. Cuando esa sensación de magnitud nos ha sacudido del shock inicial, es el momento de alimentar la curiosidad y fijarse en los detalles. Al tornar la mirada de una ladera a otra, incontables cuevas, focos de vegetación, roques con formas peculiares y detalles lejanos en la cima.
Es fácil imaginar pero difícil de concebir a pobladores aborígenes copando esas cimas y habitando las cuevas. Tratar de escenificar mentalmente cómo podían trasladarse de un lugar a otro, transportar mercancías o materiales y en qué condiciones podían llegar ante las inclemencias y los contratiempos más propios de otra especie. Lo que puede llegar a inspirar este barranco es infinito, en cada visita algo diferente y, por supuesto, a cada individuo un universo y una visión particular. En este barranco de película, podemos imaginar escenas que nos trasladan a los tiempos de los antiguos pobladores que se asentaban en sus numerosas cuevas. Justamente en Guayadeque se encuentra el centro de interpretación donde se ofrece información detallada de cómo vivían en los poblados trogloditas de la zona, además de estudiar las particularidades medioambientales y sociohistóricas ligadas a este espectacular barranco.
Guayadeque concentra la mayor densidad de enclaves arqueológicos prehispánicos de la isla, que van desde los destinados al hábitat de personas a los almacenes de grano, incluso cavidades utilizadas como áreas funerarias. Una vez has atravesado las curvas y paredes de roca, se encuentran al paso áreas de restauración también incrustadas en la piedra hueca, donde degustar comidas típicas y en especial la variedad de cochino negro canario.
En definitiva, se trata de un monumento natural cinematográfico de los más especiales que tiene la isla, o al menos siempre me lo ha parecido. Un pasaje serpenteado en el que a cada vuelta de roca te sorprende lo colosal, donde lo natural parece impostado y lo que no se ve se imagina al paso.